Esperanza


Unos años atrás, una maestra especial fue contratada para visitar a niños internados en un gran hospital de la ciudad de México. Su tarea era guiarlos en sus deberes a fin de que no estuvieran muy atrasados cuando pudieran volver a clases.
Un día, esta maestra recibió una llamada de rutina pidiéndole que visitara a un niño en particular. Tomó el nombre del niño, el del hospital y el número de la cama, y la maestra del otro lado de la línea le dijo:
-Ahora estamos estudiando sustantivos y adverbios en clase. Le agradecería si lo ayudara con sus deberes, así no se atrasa respecto de los demás.
Hasta que la maestra no llegó a la habitación del niño no se dio cuenta de que se hallaba ubicada en la unidad de quemados del hospital. Nadie la había preparado para lo que estaba a punto de descubrir del otro lado de la puerta.
Antes de que le permitieran entrar, tuvo que ponerse un delantal y una gorra esterilizada por la posibilidad de infección. Le dijeron que no tocara el niño ni la cama. Podía mantenerse cerca pero debía hablar a través de la máscara que estaba obligada a usar.
Cuando por fin terminó de lavarse y se vistió con las ropas prescriptas, respiró hondo y entró en la habitación.

El niño de unos 11 años, horriblemente quemado, sufría mucho. La maestra se sintió incómoda y no sabía qué decir, pero había llegado demasiado lejos como para darse la vuelta e irse.
Por fin pudo tartamudear: -Soy la maestra del hospital y tu maestra me mandó para que te ayudara con los sustantivos y los adverbios.
Al terminar la clase, se retiró de la habitación y sintió que no fue una de sus mejores clases especiales en el hospital. La impresión de ver al niño quemado no le había permitido ser lo suficientemente hábil para la clase.
A la mañana siguiente, cuando volvió, una de las enfermeras de la unidad de quemados le preguntó:
-¿Qué le hizo a ese chico? Antes de que pudiera terminar una lista de disculpas, la enfermera la interrumpió diciendo:
-No, no me entiende. Estábamos muy preocupados por él, pero desde que vino usted ayer toda su actitud cambió. Está luchando por su vida y ahora responde al tratamiento... Es como si hubiera decidido vivir.
El propio niño le explicó luego de algún tiempo ala maestra, que había abandonado completamente la esperanza de vivir y sentía que iba a morir, hasta que vio a esa maestra especial. Todo había cambiado cuando se dio cuenta de algo. Con lágrimas de felicidad en los ojos, el niño tan gravemente quemado que había dejado de lado toda esperanza, lo expresó así:
-No me habrían enviado una maestra para trabajar con los sustantivos y los adverbios a un chico que iba a morir, no le parece?
La esperanza es el factor preponderante que mantiene viva la llama que desarrolla nuestros proyectos. Si se pierde la esperanza de algo, se pierde la motivación y todo lo referente a ello parece no tener sentido. No resulta entonces difícil imaginarse lo que ocurriría si se pierde la esperanza de vivir. Todo parece derrumbarse, y la voluntad nada puede hacer porque está paralizada por la sensación de “sin sentido”.
Es una situación terrible que puede acarrear consecuencias también terribles. Pero basta una pequeña palabra de esperanza para despertar todos los sentidos, para movilizar todo aquello que se hallaba paralizado.
Esta historia del niño mexicano, me hizo recordar a otra, parecida que vivi de cerca.
Tengo un amigo llamado Mario. El padeció quemaduras en el 80 % de su cuerpo en un accidente de trabajo, cuando un cable con 32.000 voltios lo tocó y lo hizo caer de una plataforma al suelo, prácticamente en llamas.
Dos días después, cuando despertó y en un estado desesperante de su cuerpo, le dijo a su esposa que hiciera de su vida lo que quisiera, porque el ya no iba a vivir. Una esperanza fuertísima inundó su alma cuando su esposa le dijo: Yo te voy a esperar acá hasta que te cures.
Mas tarde, el médico que lo salvó, le dijo, cuando todavía no había mucha esperanza de vida: Si estas dispuesto, te voy a operar tantas veces como sea necesario para reconstruir tu cuerpo. Pero vas a sufrir mucho. Me vas a odiar por todo lo que te voy a hacer, seguimos?. Estas palabras fueron rayos de luz en su oscuridad y le dieron un nuevo enfoque a su vida. Hoy Mario corre maratones y parte de su pulmón arruinado por el fuego se ha reconstituido.
Cada vez que ha expresado su experiencia, el alude a la esperanza que recibió de parte de Dios por medio de su esposa y el médico.

Es importante mantener viva la esperanza de un mañana. Es importante la certeza de que mañana también está la vida...
Dios es el dador de esperanza. La Biblia está llena de promesas de Dios para el hombre, que son las que encienden la esperanza de un mañana mejor, de una nueva luz, de un nuevo comienzo.
Creés en ese Dios de esperanza? Ya es tuya la esperanza en Dios? . Quiero que disfrutes conmigo de este maravilloso tesoro que tenemos en el corazón iluminado por el perdón y el amor de Dios hacia nosotros, criaturas débiles y volubles.
Mirá lo que dice la Biblia:

Eclesiastés 9.4
Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto.

Job 11
Pero si le entregas tu corazón y hacia Dios extiendes las manos, Tu vida será más radiante que el sol de mediodía, y la oscuridad será como el amanecer. Vivirás tranquilo, porque hay esperanza; estarás protegido y dormirás confiado. Descansarás sin temer a nadie,

1 Pedro 1.3
¡Alabado sea Dios! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de
Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva…

Te invito a acercarte a la fuente de toda esperanza y felicidad, a Dios, a través de Jesús, para disfrutar cada día de su presencia y de la esperanza de estar un día eternamente, disfrutando de su gloria.

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