Criar delincuentes...


Años atrás, el departamento de policía de Houston, Texas distribuyó un folleto con el título anterior. Es una lista de recomendaciones a los padres que no controlan a sus hijos, escrita en forma sarcástica y mostrando como se pueden formar jóvenes delincuentes. Esto, obviamente tiene ingerencia directa en la tarea policial. No tenemos conocimiento de su autor, pero la policía lo adoptó como lectura adecuada para ayudar a evitar la conducta desviada entre sus jóvenes y así no tener que intervenir en sus vidas de una manera no deseada.
Estas son las reglas para aplicar a la educación de futuros delincuentes:

1. Empiece por darle desde muy temprano todo lo que le pida.
De esta manera crecerá pensando que la vida y el mundo gira en torno a él.

2. Al decir sus primeras malas palabras, ríase y celébrelas.
Esto le hará pensar que es ingenioso, lo entusiasmará y motivará a utilizar frases mucho más “celebres” en el futuro, cuando sea más grande.

3. Nunca le hable de Dios, de Jesucristo, ni de La Iglesia.
Espere hasta que sea mayor de edad para que él decida por sí mismo.

4. Evite utilizar la palabra “mal hecho”. Podría afectarlo con sentimientos de culpa.
Esto lo condiciona a pensar más adelante, por ejemplo, cuando sea arrestado por tomar lo que no es suyo, que la sociedad está en contra él y, por lo tanto, que está siendo perseguido injustamente.

5. Recoja siempre todo lo que deja tirado: ropa, libros, juguetes, platos sucios, etc.
Haga siempre lo posible por evitarle asumir responsabilidades, de forma tal que aprenda a “cargar” las responsabilidades de sus actos a otros.

6. Déjelo leer, escuchar, y jugar con todo cuanto llegue a sus manos.
Esterilice y limpie los cubiertos, platos y vasos; pero deje que su mente se rellene de todo tipo de basura alienante, al fin que con algo se tiene que divertir.

7. Pelee con su cónyuge frecuentemente en presencia de sus hijos.
De esta manera no habrá ninguna sorpresa más adelante cuando su hogar sucumba.

8. Déle a su hijo todo lo que quiera, incluso dinero.
No permita nunca que se gane un peso por sí mismo. Después de todo ¿Por qué ha de ser tan difícil como le fue a usted?

9. Satisfaga siempre sus deseos en materia de comida, bebida y demás comodidades.
Asegúrese de que todos sus deseos materiales sean satisfechos. Privarlo de ellos pudiera ocasionarle grandes traumas y frustraciones.

10. Ofrézcale apoyo incondicional cuando se trate de situaciones en contra de sus
profesores, familiares, vecinos y otras figuras de autoridad.
Ellos pueden estar en contra de su hijo, y usted debe defenderlo. Al fin y al cabo a quien tienen que obedecer es a usted.

11. Cuando su hijo se meta en problemas serios, cometa un delito o una infracción grave: Pague los daños, mándelo a pasear hasta que se enfríe la situación, y discúlpese diciendo: “Yo nunca pude con él”.

12. Prepárese para una vida de dolor.
Usted lo preparó para la vida “a su medida” y obtendrá lo que justamente merece de ella; lo más probable es que tanto su hijo como usted sean muy desdichados

El sarcasmo de estas reglas puede confundirse con la realidad de muchos niños que hoy crecen bajo algunas de estas prerrogativas. La mayoría parecen absurdas, pero no lo son a la vista de la conducta de muchos de nuestros jóvenes, obviamente impulsada por los mayores que tratan de no traumar a sus niños con actitudes hostiles.
Sin embargo, la disciplina y el castigo (no hablamos en este caso del corporal) es una sana experiencia para un niño, siempre que se realice con el fin de corregir y educar y no de dañar su vida.
Dios habla claramente en la Biblia sobre la importancia de la disciplina y la educación, para poder quitar de la vida de los hombres y mujeres, la conducta desviada que traemos por herencia y que se hace patente en nuestra conducta desde pequeños.

Carta a los Hebreos cap. 12
Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los que ama, y castiga a todo el que recibe como hijo. Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina? Si a ustedes se les deja sin la disciplina que todos reciben, entonces son bastardos y no hijos legítimos. Después de todo, aunque nuestros padres humanos nos disciplinaban, los respetábamos. ¿No hemos de someternos, con mayor razón, al Padre de los espíritus, para que vivamos? En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su *santidad.
Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella.

Dios llama a esta inconducta, pecado y el único remedio para evitarlo es buscar a Dios y reconocer nuestra imposibilidad de corregirnos por nosotros mismos, encontrando en Él, el poder espiritual para hacerlo
Acaso, cuando reprochamos a nuestros hijos ante una falta cometida, ¿no esperamos que la reconozcan, que se aparten de esa práctica, y les ofrecemos nuestra ayuda para ser mejores personas?
Continuaremos con el tema…

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