Cenotafios


Hoy quiero hablarles de los cenotafios. Si, es una palabra rara, pero no lo es en su significado. Para explicarles mejor, les menciono el Arco del Triunfo, un monumento que posee una fuerte carga histórica para el país que lo tiene; en el mundo hay cerca de dieciséis. Unos de los más famosos es el de París. A sus pies se encuentra la Tumba al Soldado Desconocido de la Primera Guerra Mundial en donde hay una inscripción: "Aquí yace un soldado francés muerto por la Patria 1914-1918" y una llama continuamente encendida.
No es la única tumba del mundo erigida por las naciones para honrar a los soldados que murieron en tiempo de guerra sin haber podido ser identificados. A veces el monumento es simbólico y no hay un cuerpo allí.
Este tipo de monumentos a los muertos se denominan cenotafio. La palabra deriva del griego kenos cuyo significado es "vacío" y taphos que significa "tumba", evocando a todos los habitantes de un país que murieron en un determinado conflicto sin identidad conocida, aunque algunos contienen los restos de soldados fallecidos durante estos acontecimientos.
En Argentina hay una tumba al soldado desconocido, en el Monumento Histórico Nacional a la Bandera, en Rosario y las tumbas de soldados no identificados, en el cementerio militar argentino, Darwin, en Islas Malvinas.

Tal vez el cenotafio más famoso de la historia sea la tumba donde estuvo el Señor Jesucristo, a donde fue sepultado al caer la tarde del día que soportó 6 largas horas colgado de la cruz romana, muriendo en lugar de los malos, como dice en la Biblia, “El justo por los injustos, para llevarnos a Dios”
Según los evangelios antes de la muerte de Jesús había una tumba ya habilitada como tal, pero no utilizada todavía, propiedad de un rico judío seguidor de Cristo llamado José de Arimatea. Se trataba de un hueco horadado en la roca, que podía taparse con una gran piedra reservada al efecto para que rodara hasta la puerta del nicho.
La Biblia dice, y esto fue confirmado por los trabajos arqueológicos, la tumba estaba situada en un jardín próximo a la montaña donde se produjo la crucifixión, llamada originalmente Gólgota y luego Calvario (lat. calvaria, calavera).
Ese lugar estaba muy próximo a la muralla herodiana de la ciudad de Jerusalem, e incluso comunicado con ella por una calle, pero fuera del muro, ya que las normas judías prohibían los sepulcros dentro de la ciudad, salvo para el caso de los reyes.
Hoy, sobre ese sitio indicado como el más seguro de haber sido la tumba de Jesús, aunque no hay seguridad plena, se erige una Basílica, la del Santo Sepulcro que hizo construir Constantino en el año 326 dC.
Es que la tumba de Jesús, estaba destinada a ser un cenotafio o tumba vacía. Cientos de años antes, se había profetizado en la Biblia que “El Santo de Dios no sufriría corrupción” en su cuerpo. Jesús no vino al mundo para morir y habitar una tumba fría tras su muerte, sino para vencerla y sentar las bases para la salvación de los hombres.
Dejemos que Juan en su evangelio, nos relate lo que ocurrió ese domingo glorioso
El primer día de la semana, muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que habían quitado la piedra que cubría la entrada. Así que fue corriendo a ver a Simón Pedro y al otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: -Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto!
Pedro y el otro discípulo se dirigieron entonces al sepulcro. Ambos fueron corriendo, pero como el otro discípulo corría más aprisa que Pedro, llegó primero al sepulcro.
Inclinándose, se asomó y vio allí las vendas, pero no entró. Tras él llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro. Vio allí las vendas y el sudario que había cubierto la cabeza de Jesús, aunque el sudario no estaba con las vendas sino enrollado en un lugar aparte. En ese momento entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; y vio y creyó. Hasta entonces no habían entendido la Escritura, que dice que Jesús tenía que resucitar.
Al atardecer de aquel primer día de la semana, estando reunidos los discípulos a puerta cerrada por temor a los judíos, entró Jesús y, poniéndose en medio de ellos, los saludó.
-¡La paz sea con ustedes! Dicho esto, les mostró las manos y el costado herido. Al ver al Señor, los discípulos se alegraron.
Más tarde, el Apóstol Pablo escribe en el año 57 d.C. sobre la resurrección de Jesús: 1 Corintios cap. 15
…Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, fue sepultado, resucitó al tercer día según las Escrituras, y se apareció a Pedro y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos han muerto. Luego se apareció a Jacobo, más tarde a todos los apóstoles, y por último, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí.
…si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación no sirve para nada, como tampoco la fe de ustedes. …y si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es ilusoria y todavía están en sus pecados. Si la esperanza que tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales.
Para los cristianos, el cenotafio de Jesús es la firma que puso Dios para que confiemos en que el es poderoso para salvarnos porque venció la muerte y puede salvar eternamente a los que por medio de Jesús se acercan a Dios.
Felizmente, puedo hablarte cada vez que lo hago de un Salvador vivo. El no está en la tumba, inerte, sino que está activo, pendiente de nosotros, ya que somos el objeto de su sacrificio.
¿Confiás en ese salvador?, ¿La tumba vacía es tu confianza?. Solo por fe en Jesús accedemos a ser bendecidos por Dios con la salvación de la muerte y del pecado.
Te invito a que hoy mismo, si no lo hiciste ya, confíes en el que venció la muerte, dejó una tumba vacía y puede llevarte a su gloria eterna, todo por puro amor y por pura gracia.

No hay comentarios: