Miedo
Nuestro ser tiene una alarma infalible contra el peligro: el miedo
Todos, en mayor o menor medida tenemos miedo a algo, y deseamos sentirnos seguros para que nuestra tranquilidad no se altere ni tengamos motivo alguno para sufrir o padecer.
Tenemos miedo a los delincuentes, a la enfermedad, a la vejez, a la muerte, a la traición, al fraude y a veces a cosas que son propios inventos de nuestra mente. A la vez, y ante la realidad de tener miedo, generamos o buscamos una gran cantidad de recursos para evitarlos: Seguros de vida, alarmas, abogados, cajas fuertes, custodias, y todo lo que haga sentir seguros.
El miedo a lo desconocido es tal vez el miedo que incluye a más personas. Todos queremos saber qué pasará con nuestra vida y con la de nuestros queridos e intentamos enterarnos o prevenirnos.
Jesús, en este pasaje bíblico en el Evangelio de Lucas cap.12 nos expone a uno solo pero tal vez el más profundo motivo de miedo: El destino eterno sin Dios:
Uno de entre la multitud le pidió a Jesús:
—Maestro, dile a mi hermano que comparta la herencia conmigo.
—Hombre —replicó Jesús—, ¿quién me nombró a mí juez o árbitro entre ustedes? ¡Tengan cuidado! —advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes. Entonces les contó esta parábola:
—El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. Así que se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha.” Por fin dijo: “Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida.”
Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?”
Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios.
El es el único que puede controlar nuestra vida para que transcurra en paz, quitarnos la ansiedad por el futuro, disponer de nuestro destino y darnos seguridad después de la muerte. Nuestro olvido de Dios hace que nos alejemos más de el y que busquemos inútilmente sentirnos seguros con cosas temporales
“En el mundo tendrán aflicción, pero confíen, YO he vencido al mundo”, dijo Jesús. Quién confía en su sacrificio en la cruz, tiene asegurado su destino eterno y los miedos de esta vida quedan a cargo de aquel que nos cuida.
Te invito a confiar en el que fue a la muerte voluntariamente por nosotros, pero volvió de ella con el mensaje de esperanza para todos los que teníamos ese temor.
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