Sobre ti fijaré mis ojos

Cuando yo era chico, mi papá viajaba casi todas las semanas a Capital Federal para comprar repuestos de relojes mecánicos que él reparaba en casa, esos que hacen tic tac. A fines de la década el 60, viajar en tren a Buenos Aires era cosa común para nuestra familia, a la vez que el servicio era muy bueno. Yo solía acompañar a mi papá en sus viajes desde muy chico. Nos bajábamos en Retiro y hacíamos un recorrido rutinario hasta llegar al comercio donde mi papá hacía las compras, en pleno centro porteño. A veces, mi papá me daba el pedido cuando llegábamos al lugar y me hacía comprar a mi, como entrenándome para un futuro, aunque yo no lo sabía y lo tomaba como una diversión...

Un día cuando viajábamos juntos a Capital, me dijo: Hoy vamos a hacer una experiencia: ¿Te animás a bajarte del tren e ir vos solo hasta el comercio que vamos siempre?. Yo voy a ir atrás tuyo para ver que no te pierdas. Acepté la propuesta: Me baje del tren en el andén de Retiro, y mi papá bajó atrás. Asi que caminé hasta el Subte Linea C dentro de la estación , subí al tren, conté tres estaciones, me baje en Diagonal Norte, camine por el andén hasta la entrada al pasaje subterráneo que permite cruzar la avenida 9 de julio por abajo (Eso lo hacía mi papá para no exponerme al tránsito de una avenida tan ancha). Luego sali del pasaje a la calle Cerrito, caminé una cuadra por Lavalle y doble una por Libertad hasta el 255, donde estaba el comercio de repuestos.
Cuando volvíamos, mi papá me felicitó y me preguntó cómo me había sentido. Entonces, con mis palabras, no recuerdo bien le dije algo así como: Estaba nervioso, pero sabía que tus ojos estaban detrás mío.
Años después, cuando empecé a leer la Biblia y estudiarla, descubrí este hermoso texto del Salmo 32.8 :
Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos.
Esta mañana, mientras compartía una charla con mis alumnos, les cité este texto y como un rayo, vino a mi mente esta anécdota de mi adolescencia. Ahí entendí que, como hizo mi papá, Dios me enseña cada día el camino mejor para que me vaya bien y sea feliz. Debo estar atento a él y obedecer, porque él va delante mío. Y cuando lo tengo que emprender, cuando tengo que ir solo, cosa que genera miedo o inseguridad, se que él está poniendo su mirada en mi. Eso me llena de una inmensa paz, paz, aun en medio de las tormentas de la vida. Sus ojos están fijos en mi, para que no me pierda. Me siento dichoso en haber tenido un papá que supo enseñarme el camino y dejarme que me aventure a recorrerlo solo, pero con su mirada puesta en mi. Dichoso también de tener un Papá Eterno, que hace lo mismo y que fijará sus ojos en mi hasta el último de mis días, para recibirme en su gloria, porque él me abrió el camino a su Presencia por medio de Jesús. Pero claro, la lección me dice que para tener la seguridad que su mirada está sobre mí, primero tengo que haber obedecido a sus consejos y haber probado que es el mejor camino para mí.
Pensar que hay personas que no creen en Dios... no saben lo que se están perdiendo...

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