Hay dos días de la semana sobre los cuales no tendríamos que preocuparnos. Dos días en los que podemos vivir libres de cualquier temor o ansiedad.
Uno de esos días es AYER, con sus errores y preocupaciones, con sus fallas y sus deslices, con sus dolores y quebrantos. AYER ha pasado a ser algo fuera de nuestro control.
Ni con todo el dinero del mundo podemos traer de vuelta el AYER. No podemos cambiar absolutamente ninguna acción que haya ocurrido AYER. No podemos borrar ni siquiera una palabra que hayamos dicho. AYER se ha ido para siempre.
Ni con todo el dinero del mundo podemos traer de vuelta el AYER. No podemos cambiar absolutamente ninguna acción que haya ocurrido AYER. No podemos borrar ni siquiera una palabra que hayamos dicho. AYER se ha ido para siempre.
El otro día sobre el cual no deberíamos preocuparnos demasiado es MAÑANA, puesto que se encuentra fuera de nuestro control inmediato.
MAÑANA el sol saldrá, ya sea en medio del esplendor de un cielo azul, o tras la máscara de un día nublado.
MAÑANA el sol saldrá, ya sea en medio del esplendor de un cielo azul, o tras la máscara de un día nublado.
No obstante, saldrá. Pero mientras no lo haga, no habremos empezado nuestro MAÑANA. Podemos esperarlo con ansias o temer su llegada pero llegará irremediablemente.
Eso deja bajo nuestro control solamente un día: HOY Todos podemos pelear las batallas de un solo día. HOY podemos decidir, elegir, detenernos o continuar. HOY realizaremos las acciones que determinarán nuestro éxito o fracaso, por eso HOY es importante para nosotros.
Sin embargo, cuando cargamos a nuestro HOY con el peso de esas otras dos eternidades -el AYER y el MAÑANA- es que nos desplomamos y deprimimos. Tenemos la carga del HOY, pero pensamos en lo que hicimos AYER y en lo que vendrá MAÑANA.
El Señor Jesucristo vivió en una época de la historia donde no había tanto estrés en la gente ni tampoco las personas corrían de una actividad a otra como hoy. Pero igualmente, en el corazón de sus contemporáneos, como en los de la gente de este siglo, existe el torturante pensamiento del AYER y del MAÑANA. Fue entonces que para aliviarnos esa carga nos dejo un hermoso consejo que hoy tiene vigencia, y lo seguirá teniendo, escuchémoslo:
Por lo tanto, yo les digo: No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves! En todo caso, por mucho que uno se preocupe, cómo podrá añadir medio metro a su estatura? ¿Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡con mayor razón los vestirá a ustedes, gente falta de fe! Así que no se preocupen, preguntándose: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué vamos a vestirnos?’ Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan. Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas.No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas. Mateo 6.25-34.
Aprendamos entonces a vivir UN DIA A LA VEZ
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