Débil

Todos tenemos fortalezas y debilidades en nuestro ser. Físicas o morales, estos rasgos de nuestro carácter están, los reconozcamos o no. Todos tenemos algo de qué estar orgullosos y también cosas de las que nos avergonzamos, o al menos, sabemos que no nos benefician.
Si hay algo que en general no queremos mostrar o aceptar, son nuestras debilidades. Esas cosas que preferimos no tener, pero no podemos evitarlas.
En algún momento de la vida, hemos reflexionado o algo ocurrió para que se pongan en evidencia…. Y ahí están, acosándonos, recordándonos que no somos perfectos…

A veces escucho hablar a personas que relatan con mucha verborragia sus habilidades, destrezas, sabiduría y otras riquezas morales y físicas y pienso que tal vez lo hagan para ocultar esas debilidades que sin duda están, pero que no quieren evidenciar.
A veces también, esas debilidades se hacen patentes cuando menos lo esperamos y quedamos expuestos ante los demás.
Por eso, creo sinceramente que reconocer nuestras falencias, nuestras debilidades, no es un síntoma de flaqueza moral, sino, por el contrario, un acto que nos ayuda a superarnos, si nos empeñamos en progresar para ir sacando esas debilidades de nosotros.
Un muchacho de 10 años había sufrido un trágico accidente y a consecuencia de esto le tuvieron que amputar el brazo izquierdo.
El muchacho se recuperó emocionalmente y decidió aprender Judo. Su Sensei (maestro) era un anciano chino experto en este arte marcial.
Después de tres meses, el muchacho había aprendido sólo un movimiento y le pidió a su maestro que le enseñara otros. El sabio Sensei le dijo que, a causa de que él solamente tenía un brazo, esto era todo lo que él podría aprender.
Así que él siguió perfeccionando ese único movimiento que por ejercerlo con mucha destreza, le permitió calificar para un torneo . Increíblemente, su disciplina lo ayudó para llegar a las semifinales ante un rival más grande y más experimentado.

No parecía que el muchacho pudiese ganar. Pero después de una larga lucha, su oponente empezó a perder la concentración. El joven aprovechó esto y logró tirar al suelo a su superior rival.
En el camino de regreso a casa, el muchacho le preguntó a su Sensei. "¿Cómo fue que pude ganar sabiendo un sólo un movimiento?"
El Sensei le contestó: "Tú has logrado casi dominar uno de los movimientos más difíciles en todo el judo. Y, la única defensa contra ese movimiento, era que tu rival te agarrase de tu brazo izquierdo; pero como tú no tienes brazo izquierdo, esa debilidad fue la que te hizo ganar".

Hace 20 siglos, vivió un hombre a quien Dios utilizó para difundir su mensaje de esperanza, el evangelio, por todo medio oriente y Europa. Su nombre era Saulo de Tarso, más conocido como el apóstol Pablo.
A pesar de haber sido elegido por Dios para esta misión, él sufría una aguda enfermedad, probablemente en los ojos, lo que le propiciaba no solo incomodidad, sino también dependencia de otros al tener disminuida su visión.
Pablo dice en sus cartas apostólicas que tres veces le pidió a Dios que lo librase de esa gran carga que tenía en su cuerpo. Y relata que Dios le contestó:
«Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.» Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
2ª carta a los Corintios cap. 12

Para enfrentar las grandes y variadas clases de luchas que se nos presentan en la vida necesitamos las instrucciones de un gran maestro.
Será bueno entonces ser honestos con nosotros mismos y reconocer esas debilidades.
Clamemos por la ayuda de Dios, por medio de Jesucristo, para que con su poder podamos convertir nuestras debilidades en la mayor de nuestras fortalezas.

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