Mundial de Futbol, 1914

En la Navidad de 1914 y en plena primera guerra mundial, el káiser Guillermo II dio la orden para que los soldados alemanes recibieran más comida, más vino y, por supuesto, los tradicionales arbolitos, hechos con gajos de cipreses y velas pequeñas. La orden tenía la intención de levantar el ánimo de los soldados estancados en esas inmundas zanjas llamadas trincheras, donde se desarrolló gran parte de esa cruel guerra. Las trincheras recorrían toda la frontera occidental de Bélgica y a escasos cien metros en frente, otra cadena de trincheras de los aliados franceses e ingleses serpenteaba esa frontera. Desde cada una de ellas se disparaban granadas, morteros y proyectiles varios que hacían estragos en cada fila enemiga. Al espacio que separaba ambas trincheras se le llamaba “Tierra de nadie” y allí se podían encontrar centenares de cadáveres a causa de las explosiones y que no podían ser sepultados por el peligro que representaba para cada bando asomarse a buscarlos.

Pero a causa de la ración especial de navidad y los arbolitos entregados a los soldados, las trincheras germanas en Ypres (Bélgica) se veían bastante coloridas aquel 24 de diciembre, y los soldados comenzaron a entonar villancicos.
Los aliados enemigos, franceses e ingleses no podían creer lo que veían y escuchaban. Pero en lugar de aprovechar la ocasión para aniquilar a todos, decidieron responder con cánticos y, tímidamente, iniciar la celebración.
Cuenta la historia que varios soldados se animaron a salir de sus trincheras para desearse una Feliz Navidad, intercambiando cigarrillos, chocolate, etc. Incluso se dieron tiempo para enterrar a sus camaradas caídos en la “tierra de nadie” y organizar una ceremonia conjunta donde leyeron el salmo 23 de la Biblia. “Aunque ande en valle de la sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tu estarás conmigo”.
Pero al día siguiente, en Navidad, la tregua continuó. Alguien sacó de alguna parte una pelota y en pocos minutos ya se habían formado los equipos y se venía al partido de fútbol más extraño de la historia. Los jugadores improvisaron con sombreros y ropa los respectivos arcos y ahí empezó todo. No era nada sencillo jugar en un terreno congelado por el invierno europeo, pero eso no los desmotivó. Mantuvieron con rigor las reglas del juego, a pesar de que el partido sólo duró una hora y no tenían árbitro.
Hay quienes aseguran que la ‘tregua’ se extendió a otras zonas de guerra, y que incluso duraron mucho más tiempo que ésta. No obstante, sólo hay pruebas de la existencia de aquella en Ypres, sede del partido de futbol más “amistoso” que se haya conocido y tal vez pueda llamarse, el primer mundial de futbol de la historia.
Justamente, la UEFA, liga europea de Futbol, prepara para esta navidad, un homenaje en Ypres al histórico partido de futbol que detuvo la guerra por unas horas.
Esos jugadores se reunieron para jugar, en el más sencillo y primitivo sentido de la palabra. Sin embargo, horas antes y después del partido, eran enemigos a muerte. ¿Cómo se explica esta conducta tan extraña? La primera guerra mundial dejó 10 millones de muertos a su paso. Pero ellos no eran enemigos… sus gobiernos los declararon enemigos a la fuerza. Como sucede en todas las guerras, por motivos mezquinos y materialistas, los poderosos mandan a morir a inocentes para cumplir sus locas ambiciones de poder y riqueza.
Quiero reflexionar sobre esta historia en dos aspectos. El primero sobre la sociedad argentina. Paradoja del comportamiento humano. En aquel entonces, el futbol detuvo una guerra y ahora, la guerra trastorna al futbol, al menos en nuestro país. Me da mucha pena ver los desordenes que ocurren en los encuentros de futbol últimamente, frente a esta gran lección de hermandad que nos dieron los soldados de antaño. Que el futbol y todos los deportes sirvan para sacarnos del trajín diario y darnos una distracción y no un motivo para odiar, matar o destruir a mis compatriotas, sacando lo peor de cada uno en las tribunas.
En segundo lugar, sin ir a la guerra, cada uno de nosotros a veces tenemos enemigos propios y creados. A veces somos hostiles con personas que no nos hicieron ningún daño, pero que tradicionalmente, nos son adversas y no sabemos por qué.
Pero al menos me quedo con esta gran lección: No quiero tener enemigos en mi vida y menos cuando esos enemigos lo inventaron personas ajenas a mis sentimientos.
Les dejo un pasaje de la Biblia, que para mí es un canto a la armonía y a la convivencia social. Se escribió hace 20 siglos, pero tiene una vigencia notable. Palabras del Apóstol Pablo a los romanos, cap. 12

…si hay que mostrar compasión, que lo hagan con alegría. El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal; aférrense al bien. Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente. Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la hospitalidad. Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran. Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben.
No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos. Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos. No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.



Una canción de Paul Mc Cartney de 1983, llamada “Pipes of peace” aparece en un videoclip e ilustra bastante bien lo sucedido. Mirala aca:
http://youtu.be/dAmPVNSrLbs







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