Alfred Nobel

Alfred Nobel fue un químico e ingeniero sueco nacido en Estocolmo en 1833. Luego de estudiar en Rusia y en Estados Unidos regresó a su patria junto a su padre para ayudar en el negocio familiar de fabricación de explosivos.
En 1864 una explosión de nitroglicerina, explosivo poderoso, de consistencia líquida, muy inestable y difícil de transportar, mató a su hermano pequeño y a otras cuatro personas.
A raíz de esta tragedia Alfred se concentró en la tarea de poner a punto un método para manipular con seguridad la nitroglicerina, Para ello mezcló el explosivo líquido con un material absorbente , llamado tierra de diatomeas, consiguiendo un polvo que podía ser percutido e incluso quemado al aire libre sin que explotara. La mezcla resultante solo explotaba cuando se utilizaban detonadores eléctricos o químicos. Había nacido la dinamita.
El uso de la dinamita hizo que muchas tareas pertenecientes al mundo de la construcción y la minería progresaran a una velocidad sin precedentes en la historia.
Sin embargo, la dinamita también fue de gran utilidad en la fabricación de explosivos, aplicación que se generalizó hasta el punto de hacerle acreedor, aún a pesar de sus actividades humanitarias, al mote de "mercader de la muerte".
Cuando murió, dirigía fábricas para la elaboración de explosivos en diversas partes del mundo. En su testamento legó la mayor parte de su fortuna (estimada en unos 9 millones de dólares) para crear una fundación que otorgara premios anuales entre aquéllos que durante el año precedente hubieran realizado el mayor beneficio a la humanidad.
"La totalidad de lo que queda de mi fortuna quedará dispuesta del modo siguiente: el capital, invertido en valores seguros por mis testamentarios, constituirá un fondo cuyos intereses serán distribuidos cada año en forma de premios entre aquéllos que durante el año precedente hayan realizado el mayor beneficio a la humanidad. Dichos intereses se dividirán en cinco partes iguales, que serán repartidas de la siguiente manera: Física, Química, .Fisiología y Medicina. Literatura y paz. Más tarde, en 1968 se agregó el de Economía.

Nobel dejó, además de su notable invento, un legado para la humanidad que hoy constituye uno de los premios más famosos y ambicionados por el mundo. Sin embargo, no es necesario ser inventor o rico para dejar un legado. Todos dejamos un legado en la vida. Algo que no es material ni se puede re invertir. Algo con lo que los familiares nunca se van a pelear, ni disgustar por repartírselo. Un legado será eso que nadie va a olvidar de nosotros y no necesitará una caja de seguridad ni un plazo fijo para conservarlo. Tal vez no nos demos cuenta pero cada día con nuestro ejemplo, con buenas actitudes, con procederes sabios y coherentes, estamos construyendo un tesoro para los que nos seguirán en esta vida, no solo nuestra familia, sino todos aquellos que de una u otra manera pasan por nuestra vida.
Lo notable de un legado, es que el valor se lo pone quien lo aprovecha. Tal vez el que lo deja, cree que es poco o que no representa demasiado, pero el que lo recibe le pone precio en función del impacto que haga en su vida
Mi padre nunca tuvo casa propia, su último auto lo tuvo muchos años antes de morir y lo vendió por chatarra, no tenía objetos de valor ni depósitos en dólares. Cuando murió, estaba muy enfermo y tres enfermeras lo cuidaban noche y día por su enfermedad. Al partir de este mundo, fui a juntar sus cosas y solo tenía su ropa, una caja con herramientas que el usaba y una docena de libros, incluyendo su vieja y gastada Biblia. Sin embargo, hasta el día de hoy , aprovecho su legado, ese silencioso testamento que me dejó y que está formado por sus palabras, por sus miradas, por sus actos, cada uno de los cuales, me dejó una profunda enseñanza que seguiré aprovechando hasta el día de mi muerte.
Mi gran Maestro, Jesús, nos dejó un legado cuyo capítulo principal fue su amor sacrificial por cada uno de nosotros para acercarnos a Él y para imitando su amor, vivamos en paz unos con otros:

Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros. (Palabras de Jesús en Juan cap. 13.34-35)


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