Tenía 7 u 8 años, no recuerdo bien, pero habíamos ido con mi mamá a la tardecita a la casa de mi tía a recibir el año nuevo. Estábamos el grupo reunido, mi abuela, mi mamá, mi tía y mi tío, mi primo y yo y esperábamos a mi papá para cenar. El terminaría su turno de colectivero a cerca de las 22.30 hs. e iba a encontrarse con nosotros.
Pero él llegó una hora antes a la casa, pálido como una hoja, a decirnos que tenía que ir a la comisaría y que no iba a estar con nosotros, porque había atropellado a un hombre con su colectivo.
Parece que el hombre, triste o abrumado por sus problemas, se emborrachó y pensó en tirarse bajo el primer colectivo que pasara, y efectivamente, fue el de mi papá. Cuando él lo vió cruzarse en su camino, hizo una maniobra brusca para esquivarlo pero el paragolpe del micro le dio en la cabeza al pobre tipo.
Vivimos horas muy tensas, mi madre lloraba, mi papá estaba desconsolado, no sabíamos que iba a ser de ese hombre desgraciado que había decidido terminar su vida, justo esa noche y con ese colectivo.
Recuerdo que la cena se tiñó de luto, comimos a las apuradas y en silencio y esperamos con gran angustia las noticias que trajera mi tío que había ido a averiguar.
Felizmente, y como pasa en estos casos, el gran contenido de alcohol que tenía el accidentado en su sangre, impidió que sus heridas fueran mortales y se salvó, a pesar del fuerte golpe que tenia en su cabeza.
MI padre estuvo detenido en la comisaría hasta que se determinó la culpabilidad del accidente y luego volvió a la casa de mi tía a ¿celebrar? la llegada del nuevo año.
No recuerdo haber pasado un año nuevo más triste que ese, si bien era chico, sentía la angustia de mis mayores, ante el hecho trágico.
Sin embargo hay algo que rescato de ese momento: Me sentía seguro, porque estaba rodeado de mis familiares, y los acontecimientos dolorosos, se achicaban ante su compañía.
A través de los años de mi vida, he tenido la misma sensación: No importa lo que pasara, bueno o malo, sino con quien estaba en ese momento o con quien contaba como apoyo para enfrentarlo.
Cuando la desgracia o la desesperanza llegan a tu puerta, es importante saber con quién estás para sentirte respaldado. Hoy muchas personas celebraran reunidos el año nuevo y tal vez se sientan muy solas por dentro. Y otras , tal vez en un pequeño grupo de dos o tres, pero acompañados en espíritu por muchas otras que cerca o muy lejos estén pensando y brindando por ellas, celebrarán la vida y el año nuevo.
No sé como estarás de ánimo para recibir el nuevo año, pero en la situación que te encuentres, no tendrás mejor celebración que sentir el calor de los que te aman, estén cerca o lejos de vos, incluso con el recuerdo de los que ya se fueron…
Sin duda que para mi fe y para la de muchos que leen esta nota, contar con la presencia del Señor Dios en nuestra vida, compensa cualquier desequilibrio afectivo y material que podamos, tener, porque si El está, no hay nada que temer o si tememos por nuestra humanidad, su compañía viene a consolarnos y alentarnos.
Me viene a la mente el momento en que Jesús aparece a sus discípulos en medio de una tempestad: (Lucas 8)
Un día subió Jesús con sus discípulos a una barca. —Crucemos al otro lado del lago —les dijo. Así que partieron, y mientras navegaban, él se durmió. Entonces se desató una tormenta sobre el lago, de modo que la barca comenzó a inundarse y corrían gran peligro. Los discípulos fueron a despertarlo. —¡Maestro, Maestro, nos vamos a ahogar! —gritaron. Él se levantó y reprendió al viento y a las olas; la tormenta se apaciguó y todo quedó tranquilo. —¿Dónde está la fe de ustedes? —les dijo a sus discípulos. Con temor y asombro ellos se decían unos a otros: «¿Quién es éste, que manda aun a los vientos y al agua, y le obedecen?
Ojalá que donde te encuentres, apenas acompañado y en una gran compañía, sientas la seguridad que brinda el amor de tus queridos, lejanos o cercanos y además, la presencia del Señor en tu vida llene de paz tu corazón.
1 comentario:
Hermoso mensaje, sobre todo esperanzador, Gracias por llenarnos de la palabra de Dios y racalcar que a pesar de las cosas que vamos viviendo (algunas buenas y otras no tanto)siempre estamos acompañados del Señor aunque no lo veamos pero sabemos que nos está sosteniendo en nuestras caídas, y que nada es casual, que todo tiene una explicación que quizás no la podamos develar en esta vida.
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