“Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz” (Evangelio según San Marcos 15:21).
Esta parte de la Biblia cuenta que un tal Simón de Cirene fue el que, pasando cerca de la vía crucis de Jesús, fue obligado a continuar ese recorrido fatal con el cadalso del Salvador.
Cirene era una población del norte de África que por el 450 a.C. era una república, pero luego de muchas luchas y alianzas, pasó a ser provincia romana en el 75 a.C., con una fuerte influencia de la cultura griega.
Posiblemente fue un judío helénico, se dice que era “natural” de esa ciudad y probablemente más tarde se hubiera establecido en Palestina.
Por otra parte, tal como Simón, muchos extranjeros acudían a Jerusalén para el tiempo de la Pascua. Cincuenta y un días más tarde, en la siguiente fiesta judía, la de Pentecostés, se hallaba un gran número de “varones reverentes, de toda nación”, entre ellos algunos de “las partes de Libia, que está hacia Cirene”, según relata el cap.2 del Libro de Hechos de los Apóstoles.
La Biblia añade datos sobre este personaje: Era el padre de Alejandro y de Rufo. Sin duda Marcos, el autor del evangelio, conocía a estos dos hijos y además deben haber sido conocidos por la comunidad de creyentes o no se hubiera preocupado de mencionarlos.
Es muy probable que este Rufo es de quien habla Pablo en el último capítulo de su epístola a los Romanos, porque Marcos estaba con Pablo, y por este medio conocía Simón y Rufo. Pablo escribe: “Saluda a Rufo escogido en el Señor, y su madre y la mía” La madre de Rufo era una persona tan maternal que ella había sido como una madre para Pablo así como lo era de Rufo
Aquellos soldados “obligaron” a Simón a llevar la cruz de Cristo. La palabra griega “obligar” es muy fuerte. Es una palabra militar. Significa ser reclutado o forzado.
Tal vez ahi fue cuando Simón vió a Jesús por la primera vez. ¿Qué vio en el rostro del Salvador? No sabemos pero me atrevo a pensar que encontró en esa mirada la grandeza de Su amor. El tenía que haber oído de todas las cosas maravillosas que Jesús había hecho –, resucitar a los muertos, alimentar a los hambrientos, sanar a los que necesitaban ser sanos.
El Salvador entonces fue adelante de él, y Simón cargaba la cruz atrás. Tal vez en el camino de la Via Crucis, Simón haya pensado huir una vez terminada la tarea obligada por los soldados romanos.
Pero llegan a la cruz y Simón mira a los soldados clavar los clavos en las manos y los pies de Cristo. Los mira levantar la cruz. Trata de irse y escapar esta vez, pero no puede. Él oye a Jesús orando: “Padre, perdónalos” (Lucas 23:34). Él piensa “¡Qué clase de hombre es este que le ora a Dios para que perdone a los hombres que lo crucifican!” Han de haber salido lágrimas en los ojos de Simón, lágrimas que le hablaban de su propio corazón, que a estas horas ya estaba roto por el amor que Jesús les mostraba a los mismos hombres que lo torturaban.
La vida de Simón no fue la misma después de contemplar aquel espectáculo. Su conversión a Dios se demuestra en la vida cristiana que llevó su familia , relatada en los pasajes de la Biblia que mencionamos más arriba.
La historia de Simón de Cirene nos lleva a pensar en la historia de muchas personas que hoy en día quieren mantenerse al margen de lo que Jesús hizo por ellos en la cruz, pero esto no es posible.
Así como Simón de Cirene fue obligado a participar, todos nosotros en algún momento nos encontraremos frente a Jesús en la Cruz y tendremos que decidir qué hacer.
Si alguna vez escuchaste el mensaje de las buenas noticias de Dios para la humanidad, el “Evangelio”, ya tenés a obligación de decidir qué hacer con ese mensaje y esa invitación de Dios, bellamente expresada por Jesús en cap. 11 de Mateo:
Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma.
Podemos aceptarlo, como lo hizo Simón de Cirene, y convertirnos en aquellos privilegiados que caminan al lado del Señor. Pero también, podemos rechazarlo y pasar a ser uno de aquellos que estaban contra Jesús en la crucifixión.
Todos algún día tendremos que rendir cuenta sobre nuestras decisiones, aunque muchos no lo crean y piensen que se pueden quedar fuera de todo esto.
“…está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio”
Jesús murió por vos y por mi y debemos aceptar para nosotros mismos ese sacrificio como la vía para llegar a Dios y escapar del juicio de nuestros pecados.
Jesucristo te invita a seguirlo por fe, dejando tu vida de espaldas a Dios y emprender un nuevo camino, tomado de su Mano.
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