Nuestra vida se parece a un viaje con etapas naturales, como la niñez, la juventud y la vejez y con etapas especiales que nosotros mismos nos imponemos. A ellas arribamos después de un tiempo donde la ansiedad, el miedo a lo desconocido y la impaciencia hicieron su trabajo.
Descubrimos entonces que por causa de estas sensaciones tan humanas y tan frecuentes en nosotros y por querer alcanzar esas metas, perdemos de vista el placer de viajar, la dicha de estar vivos y sentir el viento fresco en nuestro rostro mientras marchamos.
Muchas de esas metas que nos imponemos en la vida son cosas inalcanzables que generalmente tienden a hacernos sentir cucarachas…:
"Cuando cumpla los dieciocho."
"Cuando compre un Mercedes Benz."
"Cuando se hayan recibido mis hijos."
"Cuando pague la casa".
"Cuando consiga un ascenso.".
"Cuando me jubile…
¡Qué Feliz voy a ser por el resto de mi vida!.
Pero, tarde o temprano comprendemos que no existe tal estación en nuestro viaje; no hay un lugar como ese que soñamos para nosotros.
Cuando era chico, mi papá me llevaba frecuentemente a Capital en tren. Era un hermoso viaje de dos horas donde, por la ventanilla del curioso viajero que era yo, alternaban paisajes campestres, barriales y de la gran urbe.
Durante el viaje solía preguntarle a mi papá cual era el nombre de la próxima estación o cuantas faltaban para que lleguemos. (Esa fue la razón por la que mi papá me hizo aprender de memoria todas las estaciones de tren desde Zárate hasta Buenos Aires.)
Entonces mi papá me respondía con una mirada de compasión hacia mi ansiedad viajera: - Carlos, disfrutá el paisaje, cuando lleguemos te vas a enterar…
El verdadero gozo de la vida está en el viaje. La estación es solo un sueño. Se aleja de nosotros continuamente y solo nos hace pensar en la próxima….
"Disfruta el momento" es un buen lema, sobre todo si lo complementamos con las palabras del Salmo 118:24:
Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él.
Te rogamos, Señor, por favor, sálvanos. Te rogamos por favor, Señor, haznos triunfar.
No son las cargas del hoy lo trastorna nuestra paz. Son los arrepentimientos por el ayer y el miedo al mañana. Nos cuesta pensar que la mitad de las cosas que tememos que pasen, no ocurren realmente…
Por eso, dejemos de recorrer los pasillos y contar los kilómetros. En Cambio, escalemos más montañas, tomemos más helado, caminemos descalzos con más frecuencia, zambullámonoslos en más ríos, contemplemos más atardeceres, riámonos más, lloremos menos...
Es necesario vivir la vida en pleno viaje. La estación llegará demasiado pronto.
2 Corintios 5:17
Todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado, ¡una nueva vida ha comenzado!
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