¿ Maestro o ministro ?
Los docentes forjan la intelectualidad de nuestros niños y jóvenes y son piezas claves en el desarrollo de un país. Sin embargo, se los tienen postergados y relegados a un plano de menor importancia dentro de los problemas de urgencia nacional.
En cambio nombrar ministerio o ministro, nos da la idea de una persona importante, encumbrada, resolviendo temas profundos, organizando tareas y resolviendo problemas de su área. (Aunque lamentablemente, también nos hace pensar en corrupciòn, ineficiencia o apatía frente a los problemas sociales)
En la actualidad, el ministro es superior en jerarquía, reconocimiento, dignidad y sueldo que el maestro. Sin embargo, etimológicamente, el maestro es más importante que el ministro Maestro viene de la raíz magis, el mayor, es decir el que está adelante, el más capacitado, el que puede ser un referente. De este término deriva magister, magisterio, maestro.
Ministro viene del término minor, el menor, el servidor, quien está a las órdenes de su amo o dueño. De allí viene ministro, es decir alguien al servicio del rey o gobernante, sirviendo en el área que le compete y finalmente, sirviendo a la comunidad.
Velorio o fiesta
Hace unos meses, tuve un día muy particular. Bueno, tal vez te haya pasado a vos también. Por la mañana fui al velorio de la madre de un amigo. Algunos rostros, además del pesar propio que sentían, se veían pensativos y atentos cuando un cristiano leyó la Biblia al despedir los restos mortales de esa señora.
Y por la noche, fui a cenar con unos amigos que me habían invitado a su casa y durante la misma, entre risas y comentarios ninguno de nosotros pensaba en nada profundo, solo pasábamos un grato momento, olvidando los problemas que obviamente todos teníamos que enfrentar al día siguiente.
Ese mismo día fui a una casa de luto y a una casa de fiesta. En ambos había gente, en ambos había conversaciones y sentimientos. Pero en el velorio pensé en el fin de la vida en la tierra, consideré oportuno hacer una balance de mi vida y como aprovechaba la salud y el tiempo, que me da Dios y de paso le agradecí por tener mis cuentas arregladas con El para la eternidad.
Estoy seguro que muchos de los que allí estaban, pensaron como yo, en el fin de la vida y que un día nos tocara estar allí como protagonistas...
En mayor o menor grado, cada asistente habrá pensado en la muerte y habrá temblado si no sabe que hay después de ella o si sabe que no está en paz con Dios...
Pero no recuerdo haber hecho ningún balance de mi vida en la cena con mis amigos ni creo que nadie esa noche haya pensado en su vida y en donde pasará la eternidad...
FE . . . Y CONFIANZA
La mayoría de nosotros luchamos tratando de no desesperar cuando nos sentimos inquietos o asustados por los acontecimientos traumáticos que suelen ocurrir en nuestras vidas.
Sin embargo, podemos permitirle a Dios ser Dios, y aceptar su dirección y sus decisiones. Si creés en él, no solo la fe, sino también la confianza, son la clave de la paz del alma.
Un equilibrista de un circo se propuso hacer una gran hazaña: Había colocado un cable de acero en un extremo de un acantilado cuya altura superaba los 30 metros y lo había tensado hasta el extremo de otro distante a 40 metros con la intención de llevar con él una carretilla para cruzar el cable empujándola hasta el otro extremo. Si perdía el equilibrio, con toda seguridad terminará muerto en el fondo del mar.
Muchas personas se juntaron para ver la hazaña que este intrépido ser estaba a punto de efectuar
Justamente antes de subirse al cable para emprender el cruce, el equilibrista se dio vuelta y le dijo a uno de los espectadores: - ¿Piensa que puedo realizar esta hazaña?
Ignaz Semmelweis: Una Historia Heroica
A mediados del siglo XIX, aun no se conocían los principios científico-epidemiológicos de la transmisión de las enfermedades infectocontagiosas. Por lo que se producían verdaderas epidemias de infecciones en los hospitales de la época, como era el caso de la Fiebre Puerperal en el Hospital General de Viena. Allí ejercía como Asistente de Obstetricia de la Sala 1 (Jefe Dr. Klein) desde 1846, un joven médico húngaro, de origen judío llamado Ignaz F. Semmelweis, quien desde su época de estudiante con los doctores C. Rokitansky (Prof. Anatomía Patológica), J. Skoda (Prof. Clínica Médica) y F. Von Hebra (Prof. Dermatología) había observado la alarmante mortalidad materna debido a la Fiebre Puerperal, la que oscilaba en alrededor del 40% de las parturientas.
Semmelweiss observó que la incidencia de Fiebre Puerperal era más alta en la Sala 1 (Dr. Klein) donde atendían los médicos y estudiantes de medicina, que la reportada en la Sala 2 (Dr. Barcht) donde se atendían los partos predominantemente por parte de las comadronas de la maternidad. Luego de un estudio epidemiológico por observación descubrió que la mortalidad por fiebre puerperal era del 18% en la Sala 1, en contra del 3% en la sala 2, por lo que de esta manera se propuso investigar este fenómeno. Propuso varias hipótesis basadas en la diferencia del estado social, la de la ropa sucia, influencias climáticas, etc.
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