Odio


Un importante cliente le gritó al director de su empresa proveedora de servicios porque estaba enojado en ese momento con el resultado de un proceso.
El director de esa empresa llegó a su casa y gritó a su esposa, acusándola de que estaba gastando demasiado, porque había un abundante almuerzo en la mesa. Su esposa gritó a la empleada porque rompió un plato. La empleada dio le dio una patada al perro de la casa porque la hizo tropezar. El perro salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por la vereda, porque estaba obstaculizando su salida por la puerta.
Esa señora fue al hospital para que le curaran la herida y a ponerse la vacuna antirrábica, y gritó al joven médico, porque le dolió la vacuna al ser aplicada. El joven médico llegó a su casa y gritó a su madre, porque la comida no era de su agrado. Su madre, tolerante y un manantial de amor y perdón, acarició sus cabellos diciéndole:

- "Hijo querido, prometo que mañana haré tu comida favorita. Estás trabajando mucho, estás cansado y precisas un buen descanso. Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas, para que duermas bien. Mañana te sentirás mejor". Bendijo a su hijo y salió de la cocina, dejándolo solo con sus pensamientos...
En ese momento, se interrumpió el CÍRCULO DEL ODIO, porque chocó con la TOLERANCIA, la DULZURA, el PERDÓN y el AMOR.
Si esta semana se te presenta la circunstancia de encontrarte en uno de esos círculos de odio e intolerancia, recordá que podés romperlo con TOLERANCIA, DULZURA, PERDÓN Y AMOR.
No hace falta querer cambiar el mundo, tal vez la acción más significativa que podemos realizar, parta de nosotros mismos. Las siguientes palabras fueron escritas en la tumba de un obispo anglicano (1,100 D.C.) en las criptas de la abadía de Westminster:

“Cuando era joven y libre, y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo. Al volverme más viejo y más sabio, descubrí que el mundo no cambiaría, entonces, acorté un poco mis objetivos y decidí cambiar sólo mi país. Pero también, él parecía inamovible. Al ingresar en mis años de ocaso, en un último intento desesperado, me propuse cambiar sólo a mi familia, a mis allegados; pero, por desgracia, no me quedaba ninguno. Y ahora que estoy en mi lecho de muerte, de pronto me doy cuenta: Si me hubiera cambiado primero a mí mismo, con el ejemplo habría cambiado a mi familia; a partir de su inspiración y estímulo, podría haber hecho un bien a mi país y quién sabe, tal vez incluso habría cambiado el mundo.”

Lamentablemente, la empresa de lograr un mundo mejor, no será tarea de unos pocos bien intencionados, sino que todas las personas, como luces en la oscuridad, podemos influenciar en nuestro entorno, cambiando odio por amor, aceptación por intolerancia, desesperación por templanza y prejuicio por gracia.
Todas estas acciones, saldrán de un corazón que primeramente ha conocido la fuente del amor y de la paz, que es Jesucristo en persona, influyendo en la vida de cada cual que lo recibe como su Señor y Salvador.
Jesús se refirió a esto en Mateo cap. 15, diciendo:
Todo lo que comen pasa a través del estómago y luego termina en la cloaca, pero las palabras que ustedes dicen provienen del corazón; eso es lo que los contamina. Pues del corazón salen los malos pensamientos, el asesinato, el adulterio, toda inmoralidad sexual, el robo, la mentira y la calumnia. Esas cosas son las que los contaminan.

Nuestro corazón es el motor de nuestros pensamientos e intenciones, por lo tanto, tenemos que estar atentos a todo lo que sale de el, porque eso impactará directamente en nuestras vidas y por consecuencia en las personas que nos rodean.
Libro de proverbios, cap. 4 escrito hace cerca de 3000 años:

“No pierdas de vista mis palabras;
guárdalas muy dentro de tu corazón.
Ellas dan vida a quienes las hallan;
son la salud del cuerpo.
Por sobre todas las cosas cuida tu corazón,
porque de él mana la vida.”

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