Amy Carmichael

La primera historia que escuché de niño sobre personas que realizan misiones transculturales para enseñar de la Biblia y del Dios creador y Salvador, fue la de Amy Carmichael, que nació en Irlanda en 1867.
Su madre le enseñó que Dios siempre contesta nuestras oraciones, así que cuando Amy tenía sólo tres años, una noche antes de dormir, le pidió a Dios que cambiara el color de sus ojos de marrón a unos hermosos de color azul. Estaba tan segura de que Dios escucharía su oración, que la mañana siguiente saltó de la cama y corrió al espejo para admirar sus nuevos ojos azules. Pero para su sorpresa, sus ojos seguían marrones. Se encontró desanimada y desilusionada de las promesas de Dios.

El tiempo pasó y Amy olvidó este hecho. Cuando era adolescente, Dios puso en su corazón una inquietud por ayudar a las personas que vivían en países lejanos y muy paganos como los orientales.
Con sólo 25 años viajó hasta Japón, para comenzar una obra misionera pero allí se enfermó y lejos de recuperarse debieron llevarla a Ceilán (hoy Sri Lanka), pero tampoco pudo restablecerse y en 1894 tuvo que regresar a Inglaterra para recobrar su salud.
En 1895, fue comisionada por la Sociedad Misionera de Inglaterra para ir a Dohnavur, India. Estando allí vio cómo vivía la gente, sumida en la pobreza y el paganismo y la gran necesidad que tenían de conocer la verdad de Dios que traería esperanza a su desgraciada vida.
Gran parte de su trabajo evangelizador, lo dedicó a rescatar niñas que habían sido vendidas por sus familias a los templos paganos con el fin de prostituirlas, como práctica de la religión.
Debido a que los extranjeros estaban prohibidos en los templos, antes de entrar para tratar de comprar algunas chicas de los sacerdotes del templo, Amy se vestía con el sari tradicional y pintaba su piel con café para pasar por una mujer de la India.
Casi sin excepción, los indios tenían los ojos castaños, similares al color de sus propios ojos... Ese detalle físico, ayudado por la vestimenta del país, contribuyó a que ella tuviera un fácil acceso a los lugares donde guardaban las pequeñas, pudiendo lograr que le entregaran a muchas de ellas.
Con esto las salvo de su terrible porvenir llevándolas hacia el Dios verdadero y la libertad del evangelio.
Un día, mirándose al espejo mientras se pintaba la cara con café espeso, recordó su oración infantil acerca de los ojos azules. Con un sobresalto, se dio cuenta que si Dios hubiera contestado aquella oración, ella nunca hubiera podido entrar a los templos a rescatar a las chicas que tanto amaba.
Dios sabía que ella necesitaría ojos marrones para poder cumplir la misión que ahora significaba mucho más para ella que el color de sus ojos.
Esta historia nos plantea un concepto divino maravilloso: Dios tiene un buen plan para mí, que supera todo lo que yo quiera para mi, en un momento específico de mi vida. Dios afirma esto a través del profeta Isaías:
“Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos afirma el Señor. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡Más altos que los cielos sobre la tierra!” Isaías 55:8-9
El arreglo personal, el cuidado del cuerpo y la salud física y mental son grandes tesoros que el ser humano puede tener. Pero cuando se transforma en una obsesión, puede arruinar el sentido de la vida.
La gente gasta gran cantidad de tiempo, energía y dinero en cirugías, dietas, maquillaje y guardarropa en su búsqueda de la belleza. Sin duda que la belleza que obtienen les trae aceptación y admiración de las personas que los rodean. Pero la felicidad, el amor, y una vida de significado y valor, no se logran con lo externo.
No recibimos amor, comprensión y valoración por nuestro aspecto, sino por lo que somos.
Amy Carmichael aprendió que lo que veía como una deficiencia era un buen regalo de Dios. Cuando aprendemos a ver a Dios y sus propósitos en nuestra vida y en nuestra realidad, lo que ahora vemos como una carencia, se transforma en lo adecuado para nosotros.
Nuestra sociedad puede decir de alguno de nosotros que no damos en el “estándar” que la moda o el paradigma social impone.
Podemos mirar revistas o la TV y pensar que nuestro cabello es demasiado rizado o demasiado lacio, que estamos muy gordos o demasiado delgados, que somos muy morochos o demasiado pálidos, pero Dios está muy satisfecho con la manera en que nos hizo.
Somos una obra maestra original de Dios en la que resalta una belleza que nadie más puede tener.
Un nota personal: Me gusta pensar que Dios nos planeó así para un propósito, porque esto me lleva a pensar y orientarme en la misión que Dios me asignó para esta vida y que debo cumplirla, en función de mi contacto con Dios y mi cercanía a El.
Así que les dejo este texto del Salmo 139, que habla de Dios diseñando nuestra vida y observando nuestra conducta, como Padre amoroso que desea que sus hijos disfruten la vida y alcancen su máximo potencial, andando en sus caminos de amor y paz.

Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien! Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más recóndito era yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era yo entretejido. Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos. ¡Cuán preciosos, oh Dios, me son tus pensamientos! ¡Cuán inmensa es la suma de ellos! …Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno.

1 comentario:

Unknown dijo...

muy buena reflexion personal
realmente comparto tus pensamientos sigo buscando mas informacion de Amy tu blog me sirvio mucho DTB