Comida en el cielo


Un hombre soñó que llegó al cielo y estaba asombrado de la belleza del lugar. Le pidió entonces a un ángel que le permitiera ver de lejos el infierno, para así poder apreciar aun más su buen destino y el ángel se lo permitió.
En el infierno vio una larga mesa que iba más allá de su vista. Estaba cubierta de las más deliciosas y variadas comidas que el hombre hubiera jamás imaginado.
Sin embargo, todos los que estaban sentados alrededor de la mesa se morían de hambre.
-¿ Por qué no comen? -le preguntó el hombre al ángel

-Porque a todos se les exige que tomen el alimento con tenedores de un metro de largo. Son tan largos que nadie logra llevarse el alimento a la boca y por lo tanto se mueren poco a poco de hambre.
Cuando el hombre regresó al cielo, ¡vio una mesa que parecía idéntica! Esta, también, estaba llena de deliciosos alimentos de todo tipo. Sin embargo, la gente alrededor de esta mesa estaba bien alimentada y contenta.
-¡Aquí en el cielo deben tener tenedores mucho más cortos! -le dijo el hombre al ángel.
-No, solo tenemos tenedores de un metro de largo - le respondió el ángel
-Entonces, ¿por qué los que están en el infierno se mueren de hambre y estos en el cielo parecen estar felices y bien alimentados? -preguntó el hombre confundido.
-En el cielo, la gente acostumbrada a dar a otros en la tierra, se da de comer el uno al otro -respondió.
¿Serás así en el cielo?
Cuánto egoísmo vemos en nuestra sociedad. Se habla mucho de la solidaridad, pero creo que se practica poco. No me refiero a el dar una ayuda o algún elemento a personas carenciadas. En ese aspecto siempre hallamos personas dispuestas a dar y a colaborar con los que más necesitan. Pero hago otra mirada y voy a lo cotidiano, en el minuto a minuto de nuestra jornada. Cuántas veces no estamos dispuestos a ceder nuestro lugar al anciano, nuestro paso con el auto al que tiene una urgencia, nuestro puesto en la fila a la dama, o incluso hacemos resaltar con molestia nuestra opinión sobre algún tema, cuando no es más que eso, una opinión.
Vivimos en una sociedad que reclama a gritos sus derechos, pero no está muy dispuesta a ceder de ellos cuando se exige compasión, empatía, solidaridad. ¡Primero yo!, ¡Nadie me quita lo que me corresponde!. Y es verdad, es justo reclamar lo nuestro, pero a veces, los escenarios de la vida nos presentan momentos en los que tenemos que dar de comer, antes de llenarnos nosotros, cuando tenemos que alcanzar un vaso de agua al sediento, aun cuando nosotros no hayamos bebido, siempre en pos de beneficiar al carenciado.
¿Estamos dispuestos a hacerlo?. Hagamos un simple examen mañana, cuando tengamos que enfrentarnos a la vida común: ¿Qué cosas dicen nuestros actos?, ¿qué manifestamos con nuestras actitudes?. ¿Tenemos esa mirada de amor y compasión hacia nuestros compañeros, los tratamos como si ellos fueran más importantes que nosotros?.
En cada acto bueno que realizamos, estamos sembrando la semilla de la caridad, que es el fiel reflejo del carácter divino.
De Jesús, quien mostró ese carácter en la tierra, se dice que “Anduvo haciendo bienes”. Durante su vida, sus actos se caracterizaron por la misericordia y la compasión.
Hago ahora una oración a mi Dios y le pido que mañana, cuando comparta con mis prójimos la jornada, tenga una actitud de humildad y de servicio, para beneficiarlos y para sentir la presencia de Dios en nuestra vida, imitando su carácter.

1 Juan 4.7-12
Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados. Queridos hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto jamás a Dios, pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente.

Lo deseo para vos también.

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