
Cuando la ciencia pretende explicar que el maravilloso mundo en que vivimos surgió por casualidad o mejor dicho por una intrincada cadena de casualidades adecuadas, a más de uno le queda en la boca el sabor amargo de la duda y del cuento infantil.
Desde la complicada maquinaria biológica que posee una célula, con más de 100 proteínas que funcionan coordinadamente para darle vida y movimiento a la unidad básica de la vida, hasta el cronometrado desplazamiento de los planetas y soles que conforman el universo, todo, todo, lleva la marca de un Inteligente Diseñador que puso las cosas en su lugar en un acto cuyo verbo solo le pertenece a Él: Crear.
Ese es Dios, el gran ignorado de la evolución, es el que dijo: Sea la luz, y fue la luz.
Ese Dios también nos creó , hizo en el ultimo día de su semana creadora al hombre, , la corona de su diseño, porque lo hizo, SEMEJANTE a El, es decir, le dio la posibilidad de elegir, amar y trascender.